miércoles, 15 de febrero de 2006

La Inquisición IV. Una entrevista interesante

Al profesor Agostino Borromeo, docente de historia en varias universidades de Roma:

— Para situar la cuestión, tal vez no sea superflua una breve descripción de qué se entiende por Inquisición.
Designa el conjunto de tribunales eclesiásticos a los que el Papa atribuyó la jurisdicción sobre un tipo de delito muy concreto: la herejía. Para cumplir su fin, se les dotó de una organización propia y de unas normas procesales. La Inquisición evolucionó de distinto modo según la época y el lugar. Fue muy activa en los siglos XIII y XIV, en los que combatió a los cátaros y valdenses. Más adelante, experimentó un resurgir en los siglos XVI y XVII, con la fundación de nuevos tribunales en la península Ibérica, dirigidos especialmente contra los pseudo-convertidos del judaísmo y el islam, y del tribunal del Santo Oficio romano, concebido inicialmente como instrumento contra la difusión del protestantismo. Estos tribunales se suprimieron entre la segunda mitad del siglo XVIII y los primeros decenios del XIX.

— Es evidente, en efecto, que la Inquisición ha sido un terreno fértil en el uso ideológico de la historia.
Ese uso instrumental está relacionado con lo que se llama “leyenda negra”, que nace en los Países Bajos en el siglo XVI y es retomada por los escritores anticlericales en el siglo XIX. Esto produjo la reacción inversa de escritores católicos que quisieron defender a la Inquisición y llegaron a hacer una apología con argumentos débiles, como subrayar que fue beneficiosa porque garantizó la unidad de la fe.

Otros sostuvieron que, en realidad, la Inquisición era una institución del Estado, lo que no es verdad. Es cierto que el rey tenía cierto poder de control sobre la Inquisición española, como lo tenía sobre el episcopado, pues nombraba al inquisidor general. Pero la jurisdicción del inquisidor procedía de la investidura pontificia: aunque hubiera sido nombrado por el rey, no podía ejercer el cargo hasta que no le llegaba el documento en el que el Papa le atribuía las facultades.

Hoy, afortunadamente, no se usa ya la Inquisición como instrumento para la polémica o la apología. Se estudia sobre bases científicas, como cualquier otro fenómeno –malo o bueno– de la historia.

— Sin embargo, los estereotipos sobre la Inquisición en el “imaginario colectivo” parece que tardan más tiempo en difuminarse.
Me parece que se debe a que, a diferencia de otros hechos históricos, se asocia con algo más llamativo: la hoguera y la tortura. Por ejemplo, a nadie se le ocurre pensar en que la Declaración de Independencia de Estados Unidos, que es un texto fundamental para nuestro pensamiento del siglo XXI, fue escrita por gente que tenía esclavos en sus casas, como Thomas Jefferson. Un texto en el que se dice que “todos los hombres son iguales, dotados por el Creador de derechos inalienables entre los que figuran la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. La esclavitud duró un siglo más.

Pero no asociamos la esclavitud a la tortura ni a la muerte, como ocurre con la Inquisición. Esa visión pasó de los panfletos polémicos a una cierta literatura y, en algunos casos, incluso a los libros de historia del siglo XIX. De este modo, para el hombre de la calle “Inquisición” significa “hoguera y tortura”. De ahí la sorpresa ante algunos datos que presentan una realidad un tanto diversa. Lo cual no cambia, desde luego, la naturaleza del problema: antitestimonio cristiano y escándalo, porque es el uso de la fuerza, de la violencia y de la coacción en materia religiosa.

— En la línea de la desmitificación, ha llamado la atención los casos relacionados con la quema de brujas.
Las tres inquisiciones condenaron, durante los tres siglos sobre los que hay documentación fidedigna, un total de 4 brujas en Portugal, 59 en España y 36 en Italia. En ese mismo periodo de tiempo, los tribunales civiles condenaron a cien mil brujas en toda Europa, de las que cincuenta mil fueron a la hoguera. En Alemania, por ejemplo, donde no había Inquisición y contaba con mayoría protestante, fueron condenadas por los tribunales civiles veinticinco mil brujas sobre una población estimada en dieciséis millones de habitantes. En el actual Liechtenstein se condenaron a trescientas brujas, sobre una población de tres mil habitantes.

— ¿Y por lo que se refiere a datos más generales de procesos y condenas?
El recurso a la tortura y a la pena de muerte fue menos frecuente de lo que se piensa. Muchas veces las penas eran de carácter espiritual: penitencias, peregrinaciones, etc. Por ejemplo, por la parte que se conoce, de los 125.000 procesos de la Inquisición española –que se suprimió en 1834– acabaron en condenas entre el 1,5% y el 2%.

De la Inquisición de Venecia están documentados 3.600 procesos, que concluyeron en 26 ejecuciones, de las cuales 23 se llevaron a cabo entre 1547 y 1588. Desde ese año hasta 1705 no hubo ninguna ejecución. Las tres restantes ejecuciones se produjeron en más de siglo y medio, hasta la supresión del tribunal a finales del XVIII.

Insisto en que el hecho de citar estos y otros datos, que contrastan con una visión novelada de la Inquisición, no se debe a la voluntad de “maquillarla” sino de buscar la verdad.

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